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miércoles, 2 de septiembre de 2015

El Papa y su amnistía por pecados de aborto:



El señor Bergoglio ha anunciado que durante la celebración del jubileo de la Misericordia –que se celebrará desde el próximo 8 de diciembre al 20 de noviembre de 2016— todos los sacerdotes tendrán la facultad de absolver a las mujeres que hayan cometido “el pecado del aborto”, porque “el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido” y "muchas de ellas llevan en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa”.
Leyendo esta noticia  reconozco que el ‘monario’ se me ha puesto en plan batidora, no acierto a dilucidar si se quedará en oferta sobre el perdón, que leemos en condicional, será válida sólo y exclusivamente para los días comprendidos entre el 8 de Diciembre de 2015 al 20 de Noviembre de 2016 como se da entender, o por el contrario, habrá amnistía del pecado de abortar en que incurrimos las mujeres tan alegremente llegará para quedarse. Sea como fuere, reconozco que la rebaja en cuestión ha perturbado el ánimo de este monario mío al límite de pasarlo de revoluciones. Y claro, me surge irremediablemente una pregunta que no hace sino que roce el desvarío; y eso que ya no tengo edad de procrear, no me vería en confesión pidiendo por ‘Misericordia divina’ al párroco de turno que fuese indulgente conmigo. He ahí la cuestión, ¿conseguir el perdón anunciado implica, que la mujer además de haber llevado su cuerpo y mente a límite insospechado con la decisión de abortar, y por su condición de cristiana se ha de ver en la obligación de confesar su acto ante un hombre que nunca podrá empatizar con ella, porque a todas luces se trata de un peaje, un escarnio donde se verá señalada, juzgada y aleccionada por el mero hecho de conseguir un perdón que a todas luces debería ser innecesario para su sobrevivencia tanto ética como moral? No señor Bergoglio, no sigan monopolizando nuestros cuerpos y úteros, no más trampas, no necesitamos amnistías divinas nos basta y sobra con nuestra propia razón de mujer, esa que durante siglos nos negaron, pero que la tenemos para gestionar lo que la Naturaleza nos otorgó a las hembras, nuestro derecho a decidir cuándo y cómo queremos estar preñadas.