El señor Bergoglio ha anunciado que durante la celebración del jubileo
de la Misericordia –que se celebrará desde el próximo 8 de diciembre al 20 de
noviembre de 2016— todos los sacerdotes tendrán la facultad de absolver a las
mujeres que hayan cometido “el pecado del aborto”, porque “el perdón de Dios no
se puede negar a todo el que se haya arrepentido” y "muchas de ellas
llevan en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa”.
Leyendo esta noticia reconozco que el ‘monario’ se me ha puesto en
plan batidora, no acierto a dilucidar si se quedará en oferta sobre el perdón,
que leemos en condicional, será válida sólo y exclusivamente para los días
comprendidos entre el 8 de Diciembre de 2015 al 20 de Noviembre de 2016 como se
da entender, o por el contrario, habrá amnistía del pecado de abortar en que
incurrimos las mujeres tan alegremente llegará para quedarse. Sea como fuere,
reconozco que la rebaja en cuestión ha perturbado el ánimo de este monario mío
al límite de pasarlo de revoluciones. Y claro, me surge irremediablemente una
pregunta que no hace sino que roce el desvarío; y eso que ya no tengo edad de
procrear, no me vería en confesión pidiendo por ‘Misericordia divina’ al
párroco de turno que fuese indulgente conmigo. He ahí la cuestión, ¿conseguir
el perdón anunciado implica, que la mujer además de haber llevado su cuerpo y
mente a límite insospechado con la decisión de abortar, y por su condición de
cristiana se ha de ver en la obligación de confesar su acto ante un hombre que
nunca podrá empatizar con ella, porque a todas luces se trata de un peaje, un
escarnio donde se verá señalada, juzgada y aleccionada por el mero hecho de
conseguir un perdón que a todas luces debería ser innecesario para su sobrevivencia
tanto ética como moral? No señor Bergoglio, no sigan monopolizando nuestros
cuerpos y úteros, no más trampas, no necesitamos amnistías divinas nos basta y
sobra con nuestra propia razón de mujer, esa que durante siglos nos negaron,
pero que la tenemos para gestionar lo que la Naturaleza nos otorgó a las
hembras, nuestro derecho a decidir cuándo y cómo queremos estar preñadas.