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viernes, 4 de septiembre de 2015

La abulia lectora devora a Librería Sintagma

Taller de Escritura (2015) Librería Sintagma. El Ejido
Cuando en Enero de este mismo año iniciamos el Taller de Escritura, una de las tantas actividades que Manuel Iborra promovía desde, o en Librería Sintagma como era el caso del Taller. Nada nos hizo sospechar entonces a los componentes del grupo que la cuenta tras para el cierre de la librería estaba activada. Aunque releyendo el final de este texto (que incluyo) que escribí para uno de los ejercicios que yo misma propuse, y recordando el que otros compañeros presentaron, y que nos sorprendió comprobar que tácitamente se había producido una coincidencia (sin ser el tema de los relatos) en lo que tenía que ver con la escasa afluencia de público lector, consumidores de libros en general a Librería Sintagma. Es posible que inconsciente los que allí acudíamos percibíamos durante los sucesivos días, los martes en concreto, que era el día en que nos reuníamos para la puesta en común de nuestras creaciones, que una librería con escasas ventas no podría sobrevivir.   

Traigo aquí el ejercicio que yo presenté: el tema consistía en narrar la forma en que cada uno de nosotros percibíamos La Plaza Mayor de El Ejido. Decía así: 

Porque en los lugares que de nuevo se hazen dando la orden en el comienzo, sin ningún trabajo ni costa quedan ordenados e los otros jamás se ordenan”. Son palabras de la Instrucción de Carlos V a Hernán Cortés en 1523 y nos habla de esas ciudades con trazados regulares y ordenados mediante la cuadrícula, que a su vez ordenaron un inmenso territorio hasta entonces desconocido. Aristóteles ya se refirió al orden que debería regir la ciudad y su gobierno. Se trazaron “a cordel y regla”, con una plaza central que era la que generaba el espacio urbano, y que era, como en los campamentos militares, el lugar que ocupaban el Señor y sus oficiales “en manera de alcázar”, tal como se leía en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio […].

El viajero ilustrado tendrá que obviar la lógica del trazado urbano que se aplicaba en las pasadas centurias cuando visite El Ejido y por ende, su Plaza Mayor. Aunque, una vez que haya accedido a ella a través de alguno de sus vomitorios descubrirá, que quizás, se halle ante el único espacio de la ciudad cuyo trazado sí ha sido realizado bajo la técnica de cordel y regla. De ahí sus líneas rectas allá donde dirija la mirada. Los edificios que la guardan simulan un nuevo Renacimiento arquitectónico por la simpleza y uniformidad de su construcción: no hallará un solo balcón enrejado ni un zócalo que cuente una batalla, ni al hijo ilustre a lomos de su caballo inmortalizado en singular pose. No. La Plaza Mayor de El Ejido carece historia y por tanto de aquel ornato con solera que hace imperecederas a sus homólogas. Pero si el viajero a pesar de todo busca encontrarse con la realidad que bulle en esta singular ciudad, observará que la vida en esta plaza se asemeja a cualquier otra. Sus bancos los hallará ocupados por algún abuelo perdido en sus recuerdos al sol de la mañana, o vigilando el juego de un nieto al caer la tarde. En el banco de al lado una pareja se estará dando su primer beso de enamorados; en el de más allá, un grupo ruidoso de jóvenes comerán pipas y echarán las cascaras al suelo de forma insolente. En el banco vecino una madre cubierta con su hijab hablará por el móvil mientras su retoño da sus primeros pasos. La fuente con su mármol blanco escupirá con monotonía sus hilos de agua que se alzarán queriendo saludar a las palmeras que, como testigos mudos, regalan la única nota de color al entorno. Los bares y las terrazas en sus flancos se verán llenarse y vaciarse al ritmo que marca la jornada laboral, no sucederá lo mismo en la librería Sintagma donde apenas unos pocos se aventuran a cruzar su puerta. Por lo que podemos argüir que la estampa de la vida cotidiana de nuestra Plaza Mayor, como tantas otras: nos retrata.

Hoy tengo que decir que Librería Sintagma en El Ejido es ya es un recuerdo del pasado, ha sido devorada por la abulia lectora. Qué pena.